Prudencio Ortiz de Rozas - biografia

 

Gral .Prudencio Ortiz de Rozas

Propiedad de su chozno Prudencio Martínez Zuviría.

Óleo de José RoldánCa, pintado en Sevilla, 1855.

 
La familia Ortiz de Rozas, llega a las orillas del Plata a mediados del siglo XVIII.
 

Don Domingo Ortiz de Rozas, Teniente General de los Ejércitos Reales, es nombrado por el Rey de España, como Gobernador y Capitán General de Buenos Aires llegando a ésta a bordo del navío francés “El lis”, el día 12 de junio de 1742. Nueve días después toma posesión de su cargo. El hijo de su hermano Bartolomé, Caballeros ambos de la Orden de Santiago, también de nombre Domingo Ortiz de Rozas es a la sazón designado, edecán de su tío, siendo destinado como Capitán del Batallón de Infantería Antigua de Buenos Aires, el 5 de noviembre de 1741. Tres años después el Gobernador Ortiz de Rozas, es nuevamente mandado por el Rey como Capitán General de la Real Audiencia de Chile, entregando el mando a su sucesor, don José de Andonaegui, el 22 de noviembre de 1745. Tiempo después sería agraciado por el Rey de España con el título de Conde de Poblaciones. Mientras tanto, su sobrino carnal, el Capitán don Domingo Ortiz de Rozas sienta reales en Buenos Aires y el 10 de abril de 1759 contrae matrimonio con doña Catalina de la Cuadra. Un sobrino del Gobernador Ortiz de Rozas, el General Francisco María Solano y Ortiz de Rozas, Marques del Socorro, gobernador de Cadiz, es asesinado por una turba en esa ciudad, siendo defendido ese día por su edecán, el joven oficial don José de San Martín. Del matrimonio de D. Domingo y doña Catalina nació León Ortiz de Rozas, el 11 de abril de 1760, quien siete años después ingresa como Cadete del Batallón de Infantería Antigua de Buenos Aires, teniendo una impecable carrera militar, habiendo intervenido en la Reconquista de Buenos Aires (1806) y la Defensa de la misma (1807). Obteniendo en 1809 su retiro del servicio de las armas.

 

D. León Ortiz de Rozas contrajo matrimonio en esta ciudad el 30 de septiembre de 1790, con la joven Agustina Josefa Teresa López de Osornio, hija del Comandante General de Campaña y rico estanciero don Clemente López de Osornio, muerto por los indios junto a su hijo Andrés en un malón que asoló su Estancia El Rincón, el 13 de diciembre de 1783.

 
El matrimonio de D. León y Dña Agustina tuvo veinte hijos, de los cuales sobrevivieron diez, ellos fueron:

Don Juan Manuel que se casó con Encarnación de Ezcurra.
Doña Andrea casada con Francisco Seguí.
Doña Maria Dominga casada con Tristán Nuño Baldez.
Doña Gregoria casada con Felipe de Ezcurra (hermano de Encarnación)
Don Prudencio casado con Catalina de Almada.
Don Gervasio que murió soltero.
Doña Agustina que se casó con el héroe del combate de Vuelta de Obligado don Lucio Norberto Mansilla.
Doña Manuela casada con el norteamericano Guillermo Hope Bond.
Doña Mercedes casada con el Dr. Miguel Rivera.
Doña Juana que falleció soltera.

 

De todos ellos, D. Prudencio, nació en la ciudad de Buenos Aires, el día 28 de abril de 1800, recibió el óleo y crisma al otro día de nacer con los nombres de Prudencio Domingo del Corazón de Jesús, en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Recibió una educación esmerada, igual a la que recibían todos los niños de familias distinguidas del Buenos Aires de esa época. A principios del verano, comenzaban los preparativos para pasar una larga temporada en la vieja estancia del Rincón de López. Los viajes duraban varios días, eran duros, existiendo muchos peligros, se viajaba en galera, la que era manejada por un diestro cochero de confianza, detrás venían las carretas con grandes ruedas, en donde iba el personal de servicio y el equipaje, por último estaban los postillones a caballo que generalmente eran indios o mestizos, que hacían una suerte de guardia y de paso llevaban los animales de recambio. Con el olor de los campos y la libertad de la pampa, entre los verdes pastos, creció el niño Prudencio, quién juntamente con su hermano Gervasio recorrían a caballo las grandes extensiones del Rincón mientras aprendían las duras faenas del campo. Su hermano Juan Manuel a partir de 1811, administraba la heredad. Los viajes al Salado dependían mucho del tiempo y del camino, pasando por la guardia militar de Chascomús se llegaba al Rincón.

 

Habiendo dejado la administración de los campos Juan Manuel, don León llevó a su hijo Prudencio al Rincón a efectos de que los ayudase en la difícil tarea del manejo del mismo. Pero Prudencio sintiendo vocación por las armas, siguió el ejemplo de sus mayores, y se hizo soldado, su vida es una sucesión de hechos militares, vivió combatiendo contra el indio o contra los enemigos de la Federacion. En 1826 lo encontramos como Teniente y Teniente 1° del Regimiento 3 de Milicia Activa de Caballería a cargo de un destacamento que guarnecía el fuerte de la Ensenada de Barragán. Interviene en varios combates, entre otros en la toma de San Miguel del Monte, combate de las Vizcacheras, acción de las Pajas, asistió al Combate del Puente de Márquez, estuvo en la acción de San José de Flores, tomó parte activa de la campaña contra Lavalle y contra el Gral. Paz, y comandó a las tropas federales en la Batalla de Chascomús. El 12 de febrero de 1823 contrae matrimonio con una joven de una distinguida familia de Buenos Aires, llamada Catalina de Almada. En 1830, dos años antes de la fundación del pueblo del Azul, funda una estancia fortín llamada Santa Catalina, la que llegó a tener 27 leguas de los mejores campos del Azul, en ella tuvo su asentamiento el 6° de Caballería, bajo su mando.

 

En un censo de propietarios, levantado en 1839, Prudencio Ortiz de Rozas, declaraba tener 27.000 vacunos, 2800 lanares y 770 yeguarizos. La estancia Santa Catalina estaba defendida por tres hileras de zanjas de tres varas ancho por otras tantas de profundidad, con una extensión de dos cuadras de largo. Por el otro costado, lo limitaba el arroyo azul y un pequeño afluente que desembocaba allí mismo. Entre estos causes de agua, se hallaba el primitivo casco, construido de ladrillos y techo de azotea. El 21 de febrero de 1831, el Coronel Ortiz de Rozas dirige una proclama desde Chascomús a los carabineros para formar la base del Regimiento 6° de Caballería, al emprender la marcha contra el Gral. Paz. En 1833, reúne numerosas fuerzas al Sur de la Provincia, con las que se aproxima a la ciudad de Buenos Aires, siendo éste uno de los núcleos del llamado “Ejército Restaurador de las Leyes”, teniendo encuentros armados en los arrabales de la ciudad, después de la renuncia de Balcarce y la asunción de Viamonte, el Gral. Agustín de Pinedo y el Coronel Prudencio Ortiz de Rozas, hacen su entrada triunfal al día siguiente en la ciudad con 6000 jinetes y 1000 infantes, el 18 de noviembre el Coronel Ortiz de Rozas despachó a los Regimientos 5° y 6° de Milicias de Caballería de Campaña de su inmediato comando, cuerpos que el 25 del mismo mes llegan a Chascomús lugar de sus acantonamiento. En los siguientes años, su vida transcurre entre Buenos Aires, la guardia del Salto, donde permanece a cargo de la línea de frontera, el Azul y Chascomús.

 

El 20 de mayo de 1839, el Coronel Ortiz de Rozas le manda una carta a su hermano Don Juan Manuel:

 

 

“Hermano de mi aprecio. He sido invitado por el Juez de Paz de Chascomús para asistir a las funciones el 25 del presente, pues los vecinos de aquel pueblo se proponen solemnizar el aniversario del gran mes de mayo. Yo pienso ir si no tengo algún inconveniente y al mismo tiempo pasaré a la boca del Salado y daré algunas instrucciones a Olmos, que son muy escasos los conocimientos que tiene, y tomaré todas las medidas que estén a mis alcances, aguardo tu contestación para aprontarme o no. Es todo tuyo tu hermano.

Prudencio Ortiz de Rozas

PD.Un ayudante que he propuesto para capitán quisiera mandarlo instruir la milicia a la boca del Salado, pero seria bueno que fuese de capitán para que pueda mandar los oficiales”

 

 

D. Juan Manuel de Rozas, tenía conocimientos desde hacía un tiempo, que se estaba gestando un movimiento revolucionario en la campaña de Buenos Aires, el que estaba combinado con la conjuración de Maza, es más, pocos meses antes de la insurrección, recibió una carta del Gral. D. José de San Martín, escrita desde Grand Bourg, y fechada el 10 de junio de 1839, en donde el viejo soldado de la Independencia le decía:

 
 

Grand Bourg, a 7 leguas de Paris, 10 de Junio de 1839.

Excmo. Sr. Capitán  General. D.Juan Manuel de Rosas.

Respetable General y Señor

Es con verdadera satisfacción que he recibido su apreciable del 24 de enero del  corriente año; ella me hace más honor de lo que mis servicios merecen, de todos modos  la aprobación de éstos por los hombres de bien es la recompensa más satisfactoria que uno puede recibir.

Los impresos que Ud. ha tenido la bondad de remitirme, me han puesto al corriente de las causas que han dado margen a nuestra desavenencia con el gobierno francés: confieso a Ud., apreciable general, que es menester no tener el menor sentimiento de justicia, para mirar con indiferencia un tal abuso del poder; por otra parte, la conducta de los agentes de este gobierno, tanto en este país como en la banda oriental, no puede calificarse sino dándosele el nombre de verdaderos revolucionarios, ella no pertenece a un gobierno fuerte y civilizado; pero es que ni en la Cámara de los Pares, ni en la de Representantes no ha habido un solo individuo que haya exigido del Ministerio la correspondencia que ha mediado con nuestro gobierno, para proceder de un modo tan violento como injusto, esta conducta puede atribuirse a un orgullo nacional, cuando puede ejercerse impunemente contra un estado débil o a la falta de experiencia en el gobierno representativo y a la ligereza proverbial de esta nación; pero lo que no puedo consentir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede desaparecer.

Deseo a Ud. acierto en todo y una salud cumplida, igualmente el que es sinceramente su afecto servidor y compatriota.

                                                               José de San Martín

 

 
 

       El libertador veía desde la misma Francia, la traición a la patria, en la que estaban insertos los conjurados, aliados a la escuadra francesa, no nos olvidemos que desde el mes de junio de 1838, Francia le había declarado la guerra a la Confederación Argentina, bloqueando sus puertos y tomando por la fuerza la isla de Martín García, heroicamente defendida por el joven oficial Jerónimo Costa. El Restaurador, sabía de todo esto, por lo que decidió tomar los recaudos necesarios, y enviar armas, municiones y buenas caballadas a los jefes militares de los departamentos de campaña: al Gral. Pacheco, que mandaba en el norte, al Cnel. D. Prudencio Ortiz de Rozas (su hermano) que estaba en Azul, al Cnel. Del Valle en Tandil, ,al Cnel. Granada, jefe accidental en Azul situado en Tapalqué, al Cnel. González en Monte, al Cnel. Quesada en Mulitas, al Cnel. Ramirez en Morón, y al Cnel. Aguilera que estaba en San Vicente, dándoles la orden de que estuvieran listos a la primera señal, tal como lo estuvieron cuando estalló el movimiento en la ciudad de Dolores.
     Lo que D. Juan Manuel esperaba con ansia, prevenido como estaba para sofocar el movimiento con todas las fuerzas con que contaba, era una carta de su hermano D. Prudencio, en la cual éste debía hacerle saber, tan aproximadamente como lo consiguieran sus partidas, destacadas en las principales estancias del sud, y el conocimiento que él y sus subalternos tenían de los que las poblaban, el número de ganados que habían engrosado las filas de los revolucionarios, y el modo como se habían incorporado a las filas de estos.
      Rozas, recibió esta carta en el amanecer del día 2, y entonces pudo darse cuenta cabal de la situación. En ella se le decía , la manera como se había procedido en sus estancias y en las de los Anchorena, incorporando los peones de éstas a las filas de los revolucionarios. D. Juan Manuel, pudo ver que su prestigio no estaba quebrado todavía en la campaña, y que plantándose él allí, podía levantarla en su favor, aún en el caso improbable de que los revolucionarios obtuvieran alguna ventaja sobre las fuerzas que inmediatamente lanzó sobre ellos. A esas horas, escribió a su hermano D. Prudencio, que una vez que se le incorporara la división del sud, marchara sobre los revolucionarios, que si los batía, desarmara inmediatamente a todos los paisanos revolucionarios y les ordenara se dirigieran a sus respectivos domicilios (orden, que como veremos más adelante, cumplió D. Prudencio), y en caso contrario, que tomara posiciones y esperara las fuerzas que al mando de los Coroneles Ramírez, Aguileña y Costa, iban a incorporársele.
      El Cnel. D. Prudencio Ortiz de Rozas, en la tarde del día 3, salió de Azul al frente de 1300 soldados veteranos, llegando en la tarde del 5 a la estancia de Villanueva, cerca del rió Salado.

     El día 6 de noviembre D. Prudencio acampó con toda la División a su mando en el paso del Salado, llamado del Venado en la parte interior, donde comió la tropa, y tomando caballos de diestro, levantó el campo y se puso en marcha después de oraciones. Mientras las fuerzas de los Coroneles Ortiz de Rozas y Granada, vivaqueaban junto a sus tropas, a la orilla del Salado y a pocas leguas de Chascomús, Crámer, Marquez, Mendiola, Rico, Villarino, Lacasa, junto a los Ramos Mejía, Castelli y otros más, eran agasajados con una velada danzante, en la que corrieron los brindis por la futura victoria de las fuerzas revolucionarias.

     Ya entrada la noche, la que fue bastante obscura, sumamente tormentosa y ventosa, el Cnel. Ortiz de Rozas, se dirigía en dirección a la villa del pueblo de Chascomús; por distintos conductos tenía informaciones que allí se encontraban los sublevados al Gobierno de su hermano, D. Juan Manuel de Rozas, según las últimas noticias recibidas se hallaban acampados en número de mil quinientos hombres cerca de la estancia del Juez de Paz de Chascomús, D. Felipe Girado, como media legua al sud del Pueblo.

     Calculando su marcha a fin de sorprender a los enemigos, el Cnel. Ortiz de Rozas dispuso las fuerzas de su mando por escalones del siguiente modo: Toda la fuerza de línea formó en escalones al mando del mismo, los de la izquierda al mando del Coronel Graduado D. Manuel del Carmen García, los del centro al mando del Sargento Mayor Graduado D. Florencio Villanueva, los de la derecha al mando del Tte. Cnel. Efectivo D. Ramón Bustos, edecán del Restaurador, y a la derecha los indios amigos y varios milicianos voluntarios al mando del Sr. Cnel. D.Ventura Miñana, mientras que los escalones de reserva se encontraban al mando del Sr. Cnel. D. Nicolás Granada; en esa actitud y después de colocadas las guerrillas necesarias al centro y costados, siguió la marcha el ejército federal en dirección al lugar indicado anteriormente, no encontrando en su camino más fuerza que cinco milicianos al cuidado del ganado que tenían encerrado en el corral del Sr. Girado. Por las declaraciones de estos, se supo donde se hallaban los enemigos, siguiendo el Cnel. D. Prudencio Ortiz de Rozas su marcha a inmediaciones del pueblo de Chascomús, dando vuelta hacia el campo enemigo, tomando en esta marcha un miliciano pasado y dos paisanos sin armas que discordaban en sus declaraciones, pues unos decían que los unitarios se había marchado al Monte y otros que no, que estaban acampados en las inmediaciones del pueblo, sobre la laguna, hacia el lado del camino de Ranchos, y creyendo que los enemigos se hubiesen marchado la tarde anterior para el Monte, el Cnel. Ortiz de Rozas, mandó una partida para que sacase del pueblo al Juez de Paz, inmediatamente supo por una de las partidas descubridoras, que los enemigos se hallaban en el lugar expresado; efectivamente, a poco de andar, descubrieron las guerrillas rosistas a la fuerza enemiga y reconocida la misma por D. Prudencio, ordenó el mismo, que siguiese la marcha de la división al trote, permaneciendo el enemigo en su posición, formados en batalla; una de las guerrillas federales de la izquierda rompió el fuego sobre otra de la derecha enemiga, que siendo cuatro veces superior en número, al romperse el fuego, se puso en movimiento el enemigo, siendo obligada a volver caras la guerrilla federal, el Cnel. Ortiz de Rozas, mandó protegerla mientras hallaba la oportunidad de cargar.

En ese momento el Cnel. D. Prudencio Ortiz de Rozas se puso a la cabeza de los primeros escuadrones, dirigiéndole a sus tropas las siguientes palabras:

 “Soldados fieles a la Patria, preparaos a pelear, ahí teneis a esos salvajes unitarios, ellos son cobardes, he contado con vosotros soldados y compañeros de armas para salvar a la Patria, nuestra querida tierra: entre esas filas enemigas hay innumerables paisanos federales amigos de nuestro Restaurador D. Juan Manuel de Rozas y míos, ellos son engañados y por la fuerza han podido estar con esos malvados, pero los abandonaran, se unirán a nosotros y las consideraciones con que sean tratados los consolaran de una decisión que no han merecido. Soldados, mi divisa es honor y fidelidad que sea esta también la vuestra, con ella y la ayuda de Dios vamos a triunfar”.

 

     El Cnel. Ortiz de Rozas, sabía que muchos de los soldados del 5° Escuadrón del Regto. N°6 (del que era Comandante en Jefe) de milicias de Caballería de campaña al mando del Tte. Cnel. D. Juan Francisco Olmos, el que se encontraba encargado de guarnecer la boca del salado de los barcos bloqueadores, no estaban de acuerdo con el levantamiento, prueba de ello, es la desconfianza que le tenía D. Prudencio a Olmos, como hemos podido ver en la carta mencionada más arriba que le enviara a su hermano D. Juan Manuel, y no le faltaba razón, ya que la actitud traidora del Tte. Cnel. Olmos evidenciaba la desconfianza manifiesta contra el, enseguida se tocó a la carga por orden del Cnel. Ortiz de Rozas y como le pareciese al nombrado que se retardaba la derrota de los sublevados mandó tocar por segunda vez a la carga. El enemigo sufrió y dio varias cargas, pero destrozada su izquierda, la mayor parte de los sublevados se precipitó a la laguna, buscando en ella su salvación, ya que de otro modo no la hallarían, parte de los sublevados huyó al pueblo donde fueron perseguidos. Cuando el Cnel. Manuel L.Rico dio la orden de cargar a la segunda compañía del Regimiento de Olmos, la misma se negó a entrar en batalla contra sus propios compañeros federales, y su Capitán D. Francisco Javier Funes, levantó su sable con un pañuelo blanco atado en su punta en señal de rendición. El centro y la derecha enemiga, ya desordenada sólo trató de huir pero como no podía volver casas, porque la reserva federal, al mando del Cnel. Nicolás Granada, les había tomado la retaguardia, y no pudiendo volver hacia el pueblo por impedírselo unos zanjones de las quintas del mismo pueblo, atropellaron ya de un modo desordenado en un grupo muy considerable, llevándose en su fuga envueltos varios soldados de un escalón federal que no pudiendo resistir la velocidad y empuje con el que fueron penetrados, no tuvo más designio que fugar, desordenando en su fuga, también a algunas de las caballadas rosistas. El número de cadáveres enemigos de que estaba sembrado el campo de batalla, el no ver la derecha federal que perseguía la izquierda enemiga dentro de la laguna, el estar dueño del campo de batalla y que la izquierda, centro y reserva se hallaban muy distantes del campo de batalla en persecución de los enemigos, hizo que el Cnel. D. Prudencio Ortiz de Rozas, mandase tocar reunión por varias ocasiones, hasta que logró reunir las fuerzas, menos algunos que por estar muy embebidos persiguiendo al enemigo no se pudieron reunir hasta mucho después. Algunos soldados de línea y milicia de las caballadas, abrumados con el gran grupo de enemigos, los creyeron victoriosos en los primeros momentos, incorporándose casi todos luego de la batalla, siendo el resultado de esta victoria que duró como tres horas, más de doscientos cincuenta muertos y más de quinientos entre pasados y prisioneros. Entre los primeros se encontraron los cadáveres del francés Ambrosio Crámer, que hacia de Gefe del Estado Mayor de la fuerza enemiga, el de Zacarías Marquez, Capitán de Milicias que hacía de Coronel, el del Capitán de milicias José Mendiola que hacía de Comandante de Escuadrón, el de D. Domingo Lastra y su hijo, el del Tte.1° de milicias D. Vicente Belazquez, el de D. Antonio Laredo, el de un francés llamado Juan, una bandera que fue remitida a D. Juan Manuel, tres carretillas de á caballo, gran cantidad de caballadas, muchos fusiles, tercerolas, lanzas y sables. Mientras que las tropas federales tuvieron tres soldados de línea y cuatro milicianos muertos y como quince heridos, entre ellos el Sargento Mayor Graduado D. Florencio Villanueva, y el Tte. D. Crisostomo Alvarez, levemente, tanto que los nombrados Oficiales no dejaron de hacer sus servicios, luego de la batalla.

     La División federal constaba entre Jefes y Oficiales de sesenta y un hombres entre los cuales no hubo ningún muerto.

     En el parte de batalla que eleva el Cnel. D. Prudencio Ortos de Rozas a su hermano D. Juan Manuel, fechado en el Campamento en las inmediaciones de Dolores, el 11 de Noviembre de 1839, dando cuenta de la acción conseguida contra los salvajes unitarios en la villa de Chascomús, al finalizar el mismo, hace mención especial, cumpliendo con el deber que le imponía su obligación, en recomendar a S.E. el Gobernador, el valor y la heroica decisión federal con que se ha distinguido el benemérito Cnel. D. Nicolás Granada, el de igual clase. D. Ventura Miñana, el Sargento Mayor Graduado D. Manuel del Carmen García, el Tte. Cnel. D. Ramón Bustos, seis ayudantes de campo, el Tte .Cnel. D. .José Ramón de Isla, D. Pedro Rosas y todos los demás Jefes Oficiales y tropa de esta virtuosa y valiente División, llenando todos con bravura y energía y haciéndose acreedores á la consideración del Superior Gobierno y de todos los hombres libres del mundo de Colón.

     Terminada la batalla, el Cnel. D. Prudencio Ortiz de Rozas, en fiel cumplimiento de la orden emanada de su hermano, liberó a los paisanos prisioneros, a quienes les dijo: que el Gobernador D. Juan Manuel de Rozas, prefería creer que habían sido engañados y obligados por la fuerza, a castigarlos como rebeldes y traidores unidos a los Franceses que hostilizaban la República, y que se retiraran a sus respectivos domicilios, teniendo presente que el gobierno estaba resuelto a hacer uso de todos los medios que estaban en sus manos para conservar el orden público, a pesar de los ataques que le llevaban sus enemigos interiores y exteriores

     La rapidez con que fue sofocada la rebelión (nos sigue diciendo Saldías) sin hacer uso de otros recursos que los que reunió en los primeros momentos el Cnel. Ortiz de Rozas, mostró que ella no tenía la importancia que al principio se le atribuía. Y el haber reproducido colectivamente los que la llevaron a cabo, declaraciones de que su causa era común con la de los franceses bloqueadores, no sólo la privó de adhesiones importantes, sino que exacerbó a la opinión tumultuaria, y empujó a todas las clases de la sociedad a que reprodujeran a su vez sus declaraciones de adhesión al gobierno federal y a la persona de D. Juan Manuel de Rozas. Al otro día de la batalla, D. Prudencio Ortiz de Rozas, le escribe una carta a su amigo D. Francisco Serantes.

 
 

Viva la federación
Costa de Merlo, nov. 8 de 1839.
Sr. D. Francisco Secantes
Amigo querido: ayer 7 del corriente a la madrugada avisté la fuerza de los malvados unitarios que en número de más de mil quinientos hombres estaban formados en las inmediaciones del pueblo en la costa de la laguna, ellos sin duda contaban con el triunfo; más los miserables no tienen sino palabras, pues en cuanto los avistamos, los vencimos y los derrotamos completamente, mas de doscientos hombres se echaron a la laguna, con ánimo de atravesarlo al otro lado y algunos encontraron su muerte en esta operación, otros de los enemigos huyeron por dentro del pueblo donde murieron muchos dentro de las quintas y calles del Pueblo y la más parte dispararon por el costado del pueblo y nuestra fuerza que los perseguía, siendo el resultado, haber quedado más de doscientos cincuenta cadáveres de los enemigos en el campo de batalla y quinientos hombres entra pasados y prisioneros, entre los prisioneros está Pedro Capdevila y Fernando Otamendi y entre los muertos se encuentra, unitario afrancesado que se titulaba Comandante Zacarías Márquez, el francés unitario Crámer, el Capitán Mendiola de Chascomús, un hijo de Villarino y uno de los Ramos. En fin el triunfo más completo hemos obtenido, tres carretillas de caballos y una gran cantidad de armas de todas clases se han recogido del campo de batalla y quintas y algunas en las calles del pueblito, no soy más largo porque no tengo tiempo, le incluyo unas proclamas para que las reparta y avise a todos los amigos de esta victoria. Por disposición del Señor Coronel don Prudencio Ortiz de Rozas.

 
 

Pocos días después vuelve a escribirle al mismo Serantes una nueva carta, fechada el 18 de noviembre de 1839, pero desde el Puesto del Tuyú:

 
 

“Viva la Federación
Puesto del Tuyú, noviembre 18 de 1839
Señor don Francisco Serantes
Estimado amigo: He recibido su favorecida del 11 del corriente y por ella veo los sustos que Ustedes han tenido, causa de algunas falsedades de algunos flojos y viles de los nuestros que dispararon, no porque los persiguieran los enemigos, sino porque dispararon de sus mismas sombras, y esto es un hecho, porque nuestros dispersos que esparcieron esas funestas noticias huyeron de los enemigos que iban huyendo en un grupo perseguidos por nuestros bravos. La mayor parte de los cabecillas muertos. El francés Crámer, Zacarías Márquez, José Mendiola, Domingo Lastra y su hijo y más de doscientos y pico muertos y como setecientos prisioneros, tres carretillas, una bandera y gran cantidad de armas y las caballadas fueron los frutos de esta espléndida victoria – después de la acción entramos al pueblito y la tropa se campó en el mismo campamento que el enemigo en la costa de la laguna hacia el lado del camino de Ranchos. Advierta Usted que si no se tocó reunión hubiera sido infinitamente más el número de muertos a pesar que fueron perseguidos mas de dos leguas, en dirección a las mulas y lagunas de don Mariano Fernández. Nosotros hemos tenido siete muertos de tropa de línea y milicias y quince heridos levemente incluso un jefe y un oficial, y muy pocos dispersos que incluso ya se han incorporado excepto unos cuatro. El quince del corriente fue encontrado en un monte de las isletas de los Montes Grandes, el caudillo Pedro Castelli por una partida pequeña franqueadora de esta fuerza y no queriéndose entregar lo mataron los milicianos de la partida y me presentaron la cabeza, la que mandé al pueblo de Dolores para que puesta en palo se colocase en la plaza del pueblito, lo que se ejecutó amaneciendo este saludable espectáculo el día 16 de este. En la misma noche del 15 mandé prender al unitario Martín José Serna que se hallaba en la Estancia del Tala de los S.S. Anchorena en una reunión de hombres y me lo presentaron en esa misma noche – los cabecillas que aún estaban con gente reunida en este punto han disuelto la fuerza y se han embarcado, con algunos hacendados y mayordomos que los han querido seguir, a la sola noticia que nosotros nos aproximábamos dejando más de tres mil quinientos caballos, muchas armas y veintiún medias tercios de yerba – Yo marchó devuelta hacia Dolores, pues esto es ya acabado – Con que vea amigo, mi derrota en lo que ha consentido, en que de un solo palo que se les pegó ya no se enderezaron y tan no se enderezarán que les quedará escarmiento para muchísimos años a esos salvajes.
Mis afectos a su señora y demás familia y Ud. Disponga de la buena voluntad de su buen amigo y Gral. Q.B.S.M.

Prudencio Ortiz de Rozas

 
 

En los días sucesivos a la batalla, el Gral. D. Prudencio Ortiz de Rozas repone en su cargo al Juez de Paz, don Felipe Girado, por lo que el pueblo de Chascomús vuelve a su tranquilidad, Se producen las lógicas detenciones contra todos aquellos que se habían sublevado contra el gobierno con el apoyo de los enemigos de la Confederación Argentina, es decir la escuadra francesa al mando del almirante Le blanc., pese a ello, D. Prudencio decide indultar a una enorme cantidad de sublevados, recibiendo el apoyo de los ciudadanos de Chascomús, como lo demuestra el siguiente documento que suscribieran el Juez de Paz, el Cura Vicario y más de un centenar de ciudadanos federales:

 
 

¡Viva la Federación!
El Juez de Paz y Comandante Accidental.
Cura Vicario y ciudadanos que suscriben.
Chascomús, Nov. 30 de 1839 Año 30 de la libertad, 24 de la Independencia
y 10 de la Confederación Argentina.
Respetuosamente manifiestan a S.E. la imperiosa necesidad de expulsar de este pueblo y su partido a los cabecillas promotores y secuaces que escandalosamente dieron y secundaron el grito de rebelión el día dos y tres del mes que concluye, tomaron armas y cometieron los más graves atentados contra la causa sagrada de la Confederación Argentina y contra la existencia y fama de su ilustre jefe y otros distinguidos patriotas federales, y piden su expulsión
.

Excmo. Señor

 
 
 

El Juez de Paz y Comandante Accidental, el Cura Vicario y demás ciudadanos federales que suscribimos respetuosamente nos dirigimos a V.E.exponiendole sucintamente las razones de conveniencia pública para solicitar con el mayor empeño la expulsión de este pueblo y su partido, de los cabecillas y promotores y secuaces del horrendo crímen de traición y rebelión cometido en este pueblo en los días dos y tres del que concluye por salvajes unitarios, que habitando en esta jurisdicción y gozando de consideraciones e influjo en el resto de la población, han traicionado del modo más infame al Ilustre Jefe del Estado y al mismo tiempo, la confianza y condescendencia que les dispensaba el vecindario federal. Hace años, Excmo. Señor, que los vecinos federales de este pueblo han sufrido, sin cesar, todo género de vejaciones, insultos, calumnias y aún la más tenaz persecución, dirigida con disfraz y habilidad por esos jefes infames y traidores, que vestidos con la máscara lisonjera de federación, y rodeados de un orgulloso círculo de salvajes unitarios, que por una triste fatalidad se hallaban con influjo y poder para humillarnos, favorecidos por las buenas relaciones y por la distancia que los alejaba de la vista de la suprema autoridad. Todo este pueblo Excmo. Señor es un testigo irrecusable de o que dejamos enunciado. Las personas, los intereses y también la fama de los verdaderos patriotas federales ha sido la presa de preferencia sobre que se han ......de tiempo en tiempo aquellos salvajes para destruir con mas acierto los fundamentos del orden, las columnas de la suprema autoridad; para prepararse el camino a la usurpación del poder, cooperando con los corifeos de la anarquía para lograr la dominación de la patria que les vio nacer sobre las ruinas de sus fieles hijos. Esta mancha han seguido constantemente los cabecillas promotores y secuaces de la rebelión en este pueblo y que con descaro, con furor y atrevimiento ha acreditado por sus hechos a la vista de todos: Todos ellos con las armas en las manos han gritado la muerte del tirano Rosas, han asesinado y fusilado su retrato, han gritado también la muerte de distinguidos patriotas federales de este pueblo y maltratado a otros, han atentado y atropellado las casas e intereses de varios federales, y han dado repetidos gritos de execración contra la patriótica y justa administración de nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes. Esto y mucho más han hecho a los ojos de este pueblo, se han manifestado a clara luz, y si no se les corrige con firmeza, si no se les aleja de la escena donde fraguaran de nuevo nuevas traiciones, quedaremos expuestos a su ferocidad y alevosía, y de trastorno en trastorno marcharía la Patria a su completa ruina. Solo la muerte podrá en ellos la esperanza de esclavizarnos. Poseídos de la más justa indignación y llenos de ira patriótica V.E. se dignará dispensar la enérgica manifestación de nuestros sentimientos, suplicando encarecidamente y con el mayor respeto, se digne atender con la más detenida consideración las razones que dejamos expuestas y la petición que con el mayor empeño le dirigimos, y es que los cabecillas promotores y secuaces, salvajes unitarios que en Chascomús dieron el grito de rebelión sean expulsados de su territorio al punto que les convenga, ó que disponga V.E.; único remedio por que podrá verse este pueblo libre, en lo futuro, de las asechanzas y males que ha sufrido por abrigar en su seno esa inmunda plaga.
Con la mayor confianza suplicamos la superior resolución de V.E., respecto de lo que pedimos.

Dios guíe a V.E. muchos años.

Excmo. Señor.

 
 
 

Felipe Girado, Juan Carlos Sandoval, Cura Vicario Lucas Balan, Ramón Gorostizu, Antonino Bullinos, Jose A. Linesa. Por D. Elías Girado, Alc.Greg.Espinosa Dionisio Roman. Por el Tte. Alc.D.Juan Cruz, Greg.Espinosa Nicasio Arrascaete. Por el Tte.Alc. José sosa, G. Espinosa Jose M. Castello Lucas Aristegui y siguen las firmas.

 
 

Por su triunfo en la batalla de Chascomús, D. Prudencio, obtuvo despachos de General de los Ejércitos de la Confederación Argentina. Cuando el Gral. Lavalle invade la provincia de Buenos Aires por San Pedro en 1840, el Gral. Ortiz de Rozas que se halla en Chascomús al frente de los Regimiento 5° y 6° de Caballería, toma el mando en Jefe de todas las fuerzas del Sur de la Provincia con los que se aproxima a Buenos Aires para ir en su defensa si la misma era atacada por el Ejército Libertador, mientras tanto, el Gral. Lavalle, en conocimiento que iba a encontrar numerosos enemigos en sus frentes y en sus flancos decide replegar sus fuerzas.
Durante su vida errante de militar, su familia permanece en Buenos Aires, en la vieja casona de la calle del Perú, la misma era una gran casa de altos, con grandes rejas voladas, haciendo esquina con la calle de Cuyo, la que tenía una gran puerta de entrada por el nro.95 de la calle del Perú y otra por la calle de Cuyo nro.85, en su interior había varios patios, existiendo en uno de ellos un aljibe, con gran cantidad de plantas, jazmines, diamelas, madreselvas y santaritas que trepaban graciosamente por las paredes, era muy común en ese tiempo, que cuando llovía, las calles que eran de tierra se inundaran fácilmente, por lo que se convertían muchas de ellas en arroyos torrenciales, lo que permitía que los niños se divirtiesen jugando con los calzones chapaleando en el agua o en el barro.
En la época Federal, se pagaba una contribución de serenos, como así también una por el alumbrado publico.
Los serenos en los tiempos de D. Juan Manuel, vestían capote con caperuza y lanza corta sin regatón, llevaba cada uno un farol con el que recorrían su manzana anunciando el estado del tiempo, con sus cantilenas de “las doce han dado y nublado”, “las doce han sido y lloviendo”, “las once han dado y sereno”, en los suburbios donde los salteos abundaban, había serenos de caballería, después durante la guerra del Paraguay desaparecieron.
El alumbrado público era escaso y malo, generalmente las esquinas, estaban ocupadas por negocios y pulperías, allí siempre había un farol, y por lo general era el pulpero el encargado de colocar el aceite o las velas, y limpiarlos.
Los primeros faroles eran apenas un armazón de madera y para proteger la lumbre se colocaba papel, pues el vidrio escaseaba, se llamaban “Fogariles”, después de 1810 los faroles fueron alargados y estrechos, en su interior estaba la vela de sebo o de baño, que se encendía mediante una mecha, a medida que se consumía la vela, los pequeños vidrios de los faroles se opacaban por el humo, no esparciendo por consiguiente claridad alguna, generalmente se los prendía al toque de la oración, y a eso de las diez de la noche su luz ya estaba extinguida, por lo que las calles, siempre estaban en la sombra.
En el mes de junio de 1844, fallece Catalina de Almada su esposa, Don Prudencio queda solo con sus hijos aún niños: Corina, León, Basilia, Prudencio, Catalina, Adela, Manuela y Agustina; los dos hijos mayores, Blas y Francisco, lo ayudan en la administración y manejos de sus campos, sus dos hijos menores Carlos y Domingo, morirían en la infancia. Al año siguiente en 1845 contrae nuevamente enlace con una bella joven de 15 años llamada Etelvina Romero, ese año su gobierno le ordena salir a campaña, orden que acata don Prudencio, fiel federal, parte con su familia a Chascomús, y allí se radica comprando varias propiedades. Su casa, una colonial casona, tiene media manzana de frente, mientras que sus fondos llegan al fin de la cuadra, está ubicada frente a la plaza principal, tiene también en la zona varias estancias: La Segunda, La Adela, Santa Ana y otras un poco más alejadas.
Ese mismo año (1845) marcha con sus regimientos como reserva, a la prov. de Santa Fe, en apoyo del Gobernador Echague. Y al año siguiente desde Chascomus se lo encuentra comandando las fuerzas del sur de la provincia de Buenos Aires.
En sociedad con su amigo y socio Don. Juan Nepomuceno Fernández, fundan un saladero, su trabajo es muy duro, viaja constantemente a uno y otro lado, aunque se encuentra afincado ya en Chascomús. El ocaso de la Federación lo encuentra en esta ciudad y después de los últimos cañonazos de Caseros, decide volver a Buenos Aires.
El pueblo de Buenos Aires recibe con indiferencia el resultado de la batalla.
Cuando el Gral. Urquiza, al frente del ejército aliado entra en la ciudad, no encuentra en la gente el entusiasmo que pensó, por el contrario, lo que le produjo un gran disgusto. Ese mismo día, las tropas brasileras, mientras desfilaban, fueron recibidas con silbidos, por los habitantes agolpados en las aceras y balcones para poder ver el desfile de la victoria.
Debe de haber sido muy doloroso ver pasearse triunfante las banderas del Brasil por las calles de Buenos Aires, y seguramente más de un sobreviviente de Ituzaingo, habrá llorado al ver tamaña traición, no por casualidad ese mismo día se cumplían 25 años de la batalla de Ituzaingo.
D. Prudencio no se piensa ir de Argentina. Su hermano Juan Manuel ya está en Inglaterra. A fines de marzo de 1852 recibe una carta del General Urquiza:

 
 

“Viva la Confederación Argentina.
El Gobernador y Capitán General de la Prov. de Entre Ríos, general en Jefe de los Ejércitos Aliados. }
Cuartel Gral. en Palermo de San Benito
Al Gral. Prudencio Rozas.
Habiendo recibido por diferentes conductos que algunos individuos, desconociendo sus deberes y faltando a la dignidad que se debe al Gobierno, y más que todo, abusando de la posición en que creen que los ha colocado el triunfo del ejercito aliado, han cometido con V.S. algunos desafueros, espero que se servirá decirme, quienes han sido, porque no puedo consentir que a la sombra de mi nombre quieran ejercer sus mezquinas animosidades, en contradicción con los principios solemnemente consignados en todos mis actos públicos y privados.
Dios guarde a V.S.

Justo José de Urquiza.

 
 

El Gral.Ortiz de Rozas, el mismo día le contesta:

 
 

“Viva la Confederación Argentina
El Gral. Prudencio Ortiz de Rozas. Bs.As. Marzo 27 de 1852.
Al Excmo. Sr. Gobernador y Cap.Gral. de la Prov. de Entre Ríos, Gral. en jefe del ejercito Aliado. Brigadier D. Justo José de Urquiza.
El infrascripto ha recibido con intima satisfacción la respetable nota de V.E. fecha de hoy..... Tan benévolas y distinguidas expresiones no han podido menos que tocar vivamente mi corazón y doy íntimamente reconocido las gracias a V.E. por un acto que me saca de la muy difícil posición en que me encontraba. Con efecto, diariamente he sido objeto de ataques y exigencias escandalosas que no encontraba otro medio de cortarlas que poniéndolas en el alto conocimiento de V.E. Pero V.E. ha venido a prevenir mis deseos en la digna nota que contesto, y ruego a V.E. permita a que dando una prueba mas de la moderación, que ha caracterizado todos los actos de mi vida, calle los nombres de los individuos que han abusado indignamente de la posición en que se creen que los ha colocado el triunfo de V.E. Unicamente me atrevo a suplicar a V.E. que en desagravio de los desafueros que se han cometido conmigo, se sirva permitirme publicar la distinguida nota de V.E. y su contestación.
Dios guarde a V.E. muchos años.

Prudencio Ortiz de Rozas.

 
 

A fines de 1852, se sucede el Sitio de Hilario Lagos, don Prudencio no interviene en él, pero sí sus hijos, los que una vez terminado el sitio, son perseguidos. Sus sobrinos Alejandro Baldez Rozas y Franklin Bond Rozas, sus hijos León y Prudencio huyen al campo, son buscados, los odios comienzan a crecer, su vida aquí no vale nada, corre peligro. En un momento se le prohibe salir de la ciudad, la suerte está echada, rápidamente comienza a vender algunas de sus propiedades:
La casa de la calle San Martín, hotel de Provence, al Cura de la Merced, Dr. Perez,
La casa de la calle Cuyo, a D.José María Laprida
Otra casa en la misma calle a D. José Mejías
Una casa en Chascomús a Mr. Josue Whit
También vende un saladero a sr. Panton, y las siguientes estancias:
La Segunda, en Chascomús a Ochoa e Ynsiarte
Santa Ana, en Chascomús a Wilfrid Latham
La Adela, en Chascomús al Sr. Bell y Com.
Arroyo Chico a D. Nicolás Coronel
Tandil-Leoufu a D. José Yraola
Y las Chacras de Quilmes a D. Isaac Coronel.
1853 es un año duro y de muchos cambios para la familia de D. Prudencio, el 4 de Septiembre se casa el segundo de sus hijos varones, llamado como su padre Prudencio, con la joven Juana de Gastelou, días después, el 18 del mismo mes, lo hace una de sus hijas, Catalina, con su primo hermano Lucio Victorio Mansilla, ya se sabe en la familia que partirán a Europa.
Junto con su mujer Etelvina, sus hijos, entre ellos el hijito que junto con su esposa, adoptaran en Chascomús cuando murieron sus padres, de nombre José María Ortiz de Rozas, conocido en la familia como Pepito y a cuyo niño profesaban el mayor cariño y afecto como reza en el testamento de don Prudencio, acompañados por su amigo y administrador Fernando Oyuela, en la mañana del 20 de octubre, D. Prudencio junto con gran parte de su familia, consigue pasar la capitanía de puerto y viaja a Montevideo. Allí, en el mes de diciembre de 1853, se casa otra hija Adela, con otro primo hermano también, Alejandro Baldez Rozas, hijo de su hermana María Dominga, y su sobrino preferido, a raíz de ello le envía una carta a su hermana:

 
 

Noviembre 24, 1853
Mariquita Hermana.
Anoche me hablaste sobre mi consentimiento para que tu hijo se enlazara con mi hija Adela por el sagrado vinculo del matrimonio, yo no tenia el animo tranquilo, pues las muchachas acostumbradas hacer con Etelvina lo que han querido, han querido hacerlo conmigo, tomando facultades que no tienen, y que tu hijo tubo parte entrándose a una finca privada, yo no abuso jamas de la confianza, y no me gusta que lo hagan conmigo, por fin esto se hizo sin meditación y esta ya terminado. Te conozco a vos y a tu buen esposo, y creo que tanto el cómo vos, tratarán a mi hija con todas las consideraciones posibles, te entrego hermana mía, una hija querida, por esto conocerás que estoy conforme en que se efectúe el matrimonio de Alejandro y Adela lo mas pronto posible.
Es tu hermano amigo.

Prudencio Ortiz de Rozas

 
 

A principio de 1854 don Prudencio Ortiz de Rozas con su esposa Etelvina y sus hijos Basilia, Manuela, Agustina y Pepito, parten rumbo a Europa, ya no volverá más al Plata. En el mes de febrero se radica en Lisboa, Portugal, donde compra un palacio, lo amuebla, pero no le sienta lugar, por lo que decide viajar a España, donde llega a Cadiz, para luego pasar a principios del mes de abril, a la ciudad de Sevilla, en la dulce y florida capital de Andalucía es donde se radica.
Desde allí le escribe a su sobrino y yerno Alejandro Beldez Rozas:

 
 

Sevilla, Capital de Andalucía
Plaza de la Contratación Nro.92
A 25 de Mayo de 1854
Sr. Alejandro Baldez
Mi querido hijo.
Tengo a la vista dos cartas tuyas de fechas 31 de abril y 1 del actual, antes las hubiera contestado, pero no me ha sido posible, hace poco mas de un mes que he fijado mi residencia en esta ciudad, pero a los cinco días un caballo me apretó una pierna y llevo mas de un mes de padecer, pero gracias a Dios ya voy mejor. Estuvimos en Lisboa, pero no me acomodaba a la calidad del terreno, y determinamos pasar a Cádiz, en donde estuvimos cerca de un mes, hoy pienso permanecer en esta Capital. Los sentimiento que me manifiestas son propios de un corazón bien justo, y mis votos al cielo siempre serán por tu felicidad y la de mi querida Adela. Me dices que te envíe la cuenta de los gastos que hice en Montevideo, yo no tengo cuenta ninguna que mandarte, pues lo que se gastó fue en obsequio de mi muy querida hija, ojalá hubiera podido hacer mas por ella y por ti. A Adela que tenga esta por suya y mi hermana, tu digna madre que la saludo con cariño. Adiós hijo mío y cuenta con el afecto sincero de tu padre.

Prudencio Ortiz de Rozas.

 
 

Compra varias propiedades, una de ellas la más importante, es el Palacio de San Vicente o de Monsalud, una típica casa-palacio Sevillana, construida a principios del siglo XVII por los Marqueses de Villamarín, dicho palacio está ubicado sobre la calle San Vicente, frente a la Iglesia del mismo nombre. Compra varias propiedades más y dos huertas. nuevamente le escribe a su yerno Alejandro Baldez:

 
 

Sevilla, julio 30 de 1855
Al Sr. Alejandro Baldez.
Mi querido hijo.
Contesto tu carta creo que fue de octubre del año anterior, a la cual no he tenido contestación, y creo que no la habrás recibido, en ella te decía que yo no te había dispensado consideraciones ninguna, sino que había hecho mi deber, tanto por vos como por una hija querida. Con cuanta satisfacción supimos Etelvina y yo que nuestra Adela había tenido mellizos, y no tuvimos poco sentimiento cuando supimos que los había perdido, es preciso paciencia y conformidad en los trabajos de la vida. Qué gusto hubiéramos tenido en ser padrinos de los desgraciados mellizos. En mi poder tu apreciable carta del 4 de abril, por ella tuvimos noticia de otra fatal desgracia que tuvieron con la irreparable pérdida de tu buen padre, los compadezco, pero no hay mas remedio que conformarse con la voluntad del ser supremo. A mi querida Adela y a tu madre, que tengan ésta por suyas, y que tanto ellas como vos, cuenten con el afecto de tu padre.

Prudencio Ortiz de Rozas

 
 
Don Prudencio mantiene en Sevilla una vida social muy importante. Su vida cambia radicalmente, ya no se encuentra en Buenos Aires, ni en Chascomús donde la pampa es casi infinita, aquí en el palacio tiene varias doncellas, cocineras, sirvientes y cochero con librea, ya no están los viejos amigos de la federación, sus amistades entre otras, son los Duque de Alba, Eugenia de Montijo, el Duque de Montpensier. Su hija Manuela se compromete con el Marqués de la Concordia. Casi diariamente los jóvenes pretendientes les cantan serenatas, a los pies de las ventanas del Palacio de San Vicente, en las perfumadas noches sevillanas.
Es invitado a las fiestas reales, viaja a Madrid, a París, allí conoce a Napoleón III con quién traba amistad. Estando en Sevilla se declara una epidemia de cólera en la que muere gran cantidad de gente. Su hija Basilia le cuenta en carta a sus hermanos en Buenos Aires ”el cólera se ha presentado aquí de un modo espantoso, pero felizmente no ha durado más que un mes, el primer día murieron 500 personas de 1500 atacados y 30 personas de la alta aristocracia, era una cosa horrorosa, en menos de cuatro horas morían, sin alcanzar los auxilios de la religión, por las calles no se veían más que camillas recogiendo los atacados en la calle, cajas de muertos y los padres llevando el santo óleo.
En menos de un día salió toda la gente acomodada y me han asegurado que más de 30.000 personas ya se han ido de la ciudad.
La vida en Sevilla es de mucho sufrimiento y tristeza, hay menos amistades, la bella capital de Andalucía es linda y encantadora pero Buenos Aires está lejos y en ella ha quedado parte de la familia, a los que ya el Gral. no volverá a ver más.
En la noche del 1° de junio de 1857, y tras una penosa enfermedad, muere cristianamente, en el Palacio de San Vicente, rodeado de sus seres queridos, el Gral. Prudencio Ortiz de Rozas de tisis laringea, su hija Basilia en carta a sus hermanas nos cuenta:
 
 

“Corina querida de mi alma, Catalina y Adela de mi vida, esta triste carta, me parte el corazón el enviarla, nuestro padre ha muerto como un buen cristiano, acordándose de todos nosotros y dándoles desde aquí su bendición ¡pobrecito! Cuánto ha sufrido, que enfermedad tan terrible Hay Corina que horrorosos momentos! Pero ya no puedo continuar, estoy muy enferma y las fuerzas me faltan. Tu, Alejandro mío que tan consecuente has sido siempre con tu pobre prima, a ti te encargo que consueles en mi nombre a mis pobres hermanas, adiós, tuya de corazón.
Tu Basilia.”
“Etelvina me encargó para vosotras mil cosas, es increíble como ella asistido a papá, no se ha separado un momento del lado de su cama hasta que expiró. Tu no puedes imaginarte los buenos de todos los señores que aquí nos han acompañado como si fueran de la familia; al otro día de morir papá se le hizo el entierro, todo lo mejor que se le ha podido hacer, ha estado brillante, lindísimo, todos los nobles han enviado sus carruajes para el acompañamiento. Además de 30 que nosotros alquilamos.”

Basilia

 
 

La misma Basilia le escribe otra a su hermano León, contándolo también la muerte de su querido padre:

 
 

León, hermano querido mío.
Que momentos León, que horror, nuestro pobrecito padre hace dos días ya dejo de existir, que desesperación Dios mío, el se ha acordado de todos Uds. al morir, a cada momento te nombraba, Etelvina, que se ha portado con el como la mejor esposa, no lo ha abandonado hasta que expiró, pobresito de mi alma León, hay, que horror. Vente sin demoras. Adiós León de mi alma.

Basilia

 
 

Al día siguiente de morir se efectuó una misa de cuerpo presente, en la Iglesia de San Vicente, frente a su palacio, la dieron 65 sacerdotes, 19 monaguillos, 8 músicos y 6 cantores, y tuvo un entierro cantado hasta la puerta de la Macarena, camino al Cementerio de San Fernando, en donde fue enterrado ese día. Su cuerpo fue exhumado y vuelto a enterrar en otra tumba en 1869 y en el año 1872 su familia decide traerlo a Buenos Aires, donde descansa junto a sus padres, su hermano Juan Manuel y tantos otros en el viejo cementerio del Norte o de la Recoleta.
Años después de su muerte, en septiembre de 1859, su familia vende el Palacio de San Vicente y demás propiedades. Su hija Basilia un año antes (1858), caminando por la calle de las Sierpes en Sevilla, conoce y se enamora del joven General húngaro Juan F. Czetz, con el cual un año después se casa, retornando luego ambos a Buenos Aires con un hijo nacido en Lisboa. Su viuda y las hijas menores Manuela y Agustina, juntamente con León también vuelven. El que queda con su padre en Sevilla, es su amado hijo Pepito, el niño que adoptara don Prudencio en Chascomús, según cuenta la historia y que murió pequeño, después que su padre.
La vida del exilio fue dura y triste para toda la familia. Vuelta la misma Buenos Aires, comenzó el reencuentro con todos los seres queridos, allá lejos, en Europa, quedaba el Gral. Y su pequeño hijo. Su viuda doña Etelvina Romero volvió a casarse con el Dr. Miguel García Fernández en 1873. Sus hijos formaron sus propias familias.
Blas se casó con Jacinta de Insaurralde, con sucesión
León, falleció soltero víctima de la fiebre amarilla en 1871
Prudencio se casó con Juana de Gastelou, con sucesión
Corina, se casó con José Higinio Solveyra, sin sucesión
Basilia, se casó con el Gral. Húngaro Juan F. Czetz, con sucesión
Catalina, se casó con su primo hermano el Gral. Lucio Victorio Mansilla., con sucesión
Manuela, se casó dos veces, en su primera juventud con Alejandro Martínez Nieto, fallecido este se desposo nuevamente con el Coronel Austríaco Guillermo Hoffmeister fallecido en 1871 con la fiebre amarilla, no dejando ninguna sucesión
Agustina, se casó con Francisco Pereyra, con sucesión.

 
 

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