Quebracho Herrado |
28 de noviembre de 1840 |
(provincia de Córdoba) |
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Total: 6.000 hombres y 5 piezas de artillería |
La Batalla |
Lavalle desplegó su línea de batalla, la cual a pesar de su extensión - cubriendo todo su frente - resultaba débil, porque siendo su fuerza principal la caballería, ésta se encontraba montada en animales cansados. El despliegue unitario era el siguiente: En el ala derecha el Coronel Vilela con tres escuadrones; en el centro el batallón de infantería al mando del Coronel Díaz y la artillería; el ala izquierda 6 escuadrones al mando del Coronel Vilela y la reserva con tres escuadrones. Oribe desplegó sus fuerzas reuniendo en su derecha a sus mejores tropas, a las órdenes del intrépido general Ángel Pacheco. Era evidente su propósito de fiar a esa ala el éxito de la jornada. Lavalle, por el contrario, concentró sus mejores escuadrones en su izquierda, de modo que quedó casi a un costado de la línea el batallón Díaz y la artillería.
El centro del ejército federal era mandando por el comandante Costa, y se componía de 3 batallones y la artillería; el ala izquierda, la mandaba el coronel Lagos y tenía sólo 2 regimientos; el ala derecha, a las órdenes de Pacheco, tenía los mejores cuerpos de caballería. Ambos ejércitos estaban a 10 cuadras escasas el uno del otro.
La disposición respectiva de ambos ejércitos ofrecía a Lavalle
la probabilidad de una victoria inesperada, si su caballería lograba
romper la izquierda federal – es de destacar que la infantería
carecía de un papel importante, solo servía de mero apoyo de la
caballería. A diferencia de la mayoría de los generales de la época,
el general Paz sabía lo que valía una buena infantería entrenada y
disciplinada - y tenía suficiente empuje para arrollar todo por
delante en el primer esfuerzo. Era indudable que el estado de las
cabalgaduras no permitía confiar en ellas durante una acción larga,
pero sí podía contarse con una atropellada brillante. |
Eran las 4 pm., el combate hasta entonces había
sido más bien favorable a Lavalle, pero sus escuadrones ya no
evolucionaban con el mismo desembarazo. Los jinetes tenían que
rezagarse a su pesar: los caballos estaban postrados. Pacheco
observaba como el ímpetu de la caballería unitaria, disminuía a
medida que se sucedían las cargas. Decide entonces, lanzar sus
regimientos de reserva, que no habían sido todavía comprometidos.
Estos frescos y descansados, en el acto arrollan y acuchillan los
agotados y desmoralizados jinetes unitarios. “ – Mi general, por la Patria, a nombre del Ejército Libertador, le suplico que galope, que se salve, porque los enemigos se corren ya por nuestros flancos. A lo que respondió Lavalle, señalando al enemigo: “- Arroje usted esa canalla.”
Ante esta orden, el coronel Vega al frente de los últimos cien
sobrevivientes de su Legión cargo a su cabeza contra el enemigo,
permitiendo a su general poder abandonar el campo de batalla.
El batallón de infantería era la única unidad que quedaba en pie y
organizada del destrozado ejército unitario. La confusión era
inmensa, se mezclaban gritos de los soldados, con los relinchos de
los caballos, los tiros y cañonazos. Olvidando la indisciplina que
había caracterizado al ejército Libertador, los infantes unitarios
formados en cuadro y en un orden perfecto con sus banderas al
centro, sumaban la desventaja de retirarse por terrenos desiertos,
llanos y sin agua. |
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Croquis de la batalla |
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